Por más de 30 años la señora Juana Vélez vende juguetes típicos en el Centro Histórico de la Ciudad de México, entre madera, tela, pintura y demás materiales su pequeño local sobrevive en medio de puestos callejeros, diableros, basura y transeúntes que ya no se interesan tanto en sus productos.
Este pequeño local se encuentra en la calle Manzanares casi esquina con Anillo de Circunvalación en el primer cuadro de la CDMX, una zona de comercio que es azotada por inseguridad, donde llegan a dormir muchas personas en situación de calle y donde la pobreza es evidente.
Juana Vélez se encarga poner a la venta juguetes fabricados por productores de estados mexicanos como Michoacán, Jalisco, Guerrero; Querétaro, Guanajuato, Estado de México, entre otros, esto con el fin de colaborar con ellos a encontrar un mejor punto de venta y luchar por preservar tradiciones 100% mexicanas y dejar de lado la adquisición de objetos importados.
“Todos los juguetes exhibidos y vendidos aquí son artesanales en su totalidad, algunos son tallados y pintados a mano completamente, y algunos otros se hacen con procedimientos tradicionales” aseguró la también artesana.
Desde muñecas, pasando por carritos de madera, baleros, hasta instrumentos musicales son algunos de los productos que podemos encontrar en este pintoresco local; sin duda un viaje en el tiempo que muchos mexicanos estamos dispuestos a vivir, sin embargo son más los que ahora sólo pueden divertirse en línea, con objetos digitales o con juguetes de importación.
Durante 2016 se invirtieron poco más de 2,335 millones de pesos en México para la producción de juguetes con uso de licencia internacional. Cada vez son más la empresas trasnacionales que voltean a este país para producir sus juguetes con un costo de mano de obra barata; esta industria genera un promedio de 10 mil 599 empleos directos y una derrama económica de 279 millones de dólares anuales.
Sin duda alguna los productores y artesanos nacionales se enfrentan a un reto insuperable en contra de empresas extranjeras que mezclan la tecnología con el entretenimiento, sepultando la ilusión de poner un juguete típico en las manos de cada niño mexicano.
La propietaria de este pequeño negocio indica que hay días en los que se venden tan sólo $100, o a veces nada, “la temporada en la que más vendemos es fin de año o el día del niño, pero cada vez es menos” expresó.
La señora Vélez ve con mucha dificultad que los mexicanos vuelvan a interesarse en los elementos que componen su cultura, pero no pierde la esperanza de vender sus productos.
“A veces los más interesados en comprarnos son los extranjeros, se llevan dos o tres cosas, pero eso pasa una o dos veces al mes, y como casi no pasan por aquí es más complicado todavía” comenta la originaria de la capital mexicana.
Es inevitable recorrer con una sonrisa y nostalgia los 4 o 5 metros cuadrados de extensión que tiene esta vitrina de artículos fabricados no sólo con manos mexicanas, sino también con sudor y esfuerzo de personas que tratan de preservar un oficio que les fue heredado generación tras generación y que a final de cuentas es con lo que mantienen a sus familias.